San Mateo 13,24-30
Hoy el
evangelio nos presenta la parábola del trigo y la cizaña, una historia sencilla
que nos quiere mostrar como el Reino de Dios se va manifestando a través de lo
cotidiano, a pesar de los contratiempos y las dificultades que a veces se van
sucediendo a lo largo de la vida.
Y Jesús para
poder explicar esta realidad lo hace a través de estas dos imágenes, del trigo
y la cizaña, las dos que crecen juntas, pero solo el buen trigo llega a ser
finalmente cosecha agradable a Dios.
La pregunta
es ¿qué pasa con la cizaña? Será parte también de este crecimiento, pero es
llamativa la actitud que posee el propietario que representa a Dios, al ser
paciente y querer esperar ante el pedido de querer arrancarla y hacerla
desaparecer.
Quizás aquí
nos podamos ver reflejados nosotros cuando caemos en la tentación de querer ser
jueces de los demás, cuando creemos estar en lo cierto y los demás son los
equivocados, cuando queremos excluir a los que no piensan igual que nosotros.
La actitud
de Dios es distinta, Él sí es paciente, porque sabe que, en este proceso de
maduración, mucha cizaña puede transformarse finalmente en buen trigo. Solo al
final se podrá evaluar con exactitud y discernir las buenas iniciativas de las
que solo parecen.
Creo que la
Palabra de hoy nos deja una buena enseñanza y que tiene que ver con esta
actitud de saber esperar, de ser pacientes, y que es la forma de que Dios nos
ama con su infinita misericordia. La misma Palabra de Dios lo atestigua en la
carta 2Pedro 3, 9: simplemente Dios tiene paciencia. Porque no quiere que nadie
se pierda, sino que todos se conviertan.
Nunca te
olvides que confiar en Dios, que todo lo puede, es saber esperar. Qué bueno
entonces, es saber esperar siempre en Dios.