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22 de diciembre

 

Lucas 1, 46-56

La Virgen María es la primera misionera: ni bien acepta ser la madre de Jesús sale corriendo para las montañas de Judá a lo de su prima Santa Isabel. No se puede callar. No se puede quedar quieta. No puede quedarse estática. Va llena de Dios, embarazada de Dios a ver otra embarazada.

Y en ese diálogo nace este himno de alabanza que conocemos como “Magnificat”. Son palabras recogidas de la honda tradición del Pueblo de Dios y a la vez son palabras que brotan de lo profundo del corazón de la Virgen. Son palabras que quieren de alguna manera poner de manifiesto las maravillas y las grandezas que Dios ha obrado en la vida de María, de Isabel y de todo el Pueblo.

 Se junta todo: alabanza, acción de gracias, bendición, memoria agradecida. Pero lo que más se destaca es que María es feliz por las grandes cosas que Dios ha hecho en su vida. ¡Grandes cosas!

Y si uno se pone a pensar y buscar cuáles son esas grandes cosas, percibe que no hay nada espectacular, no hay un show mediático, no hay grandes portentos ni obras que generen un espectáculo de voraces luces y sonidos.

Y tiene que ver con la pedagogía de Dios, quien se mete como desapercibido en los corazones de las personas. No entra estrepitosamente. No hace ruido. Y Dios se esconde también en lo cotidiano de la vida. ¡La vida cotidiana estalla de Dios!

Hoy te invito a que escribas tu propio Magnificat. Para contar las maravillas que Dios hace en tu vida. Es cuestión de abrir los ojos y mirar de manera realista. Muchas veces cometemos el error de buscar a Dios donde no está. Hacer cada uno en el contexto de la Navidad que vamos a celebrar es tomar conciencia de las cosas que Dios hace en nuestra vida. Claro que no tiene que ver con tener éxito, prestigio, reconocimiento, autorrealización, triunfos… bienes materiales y seguridades personales. No. Nada de eso. Hacer un Magnificat es decirle a Jesús que en medio de tanta guerra, tanto odio y tanta muerte, le damos gracias por el don de la vida y lo que obra en nosotros. Lo que Él hace. Su paso por nuestra vida.

Te invito a tomarte un tiempo y hacer tu Magnificat. Frente al sagrario, en tu pieza, en la naturaleza, en tu trabajo, haciendo un alto en el estudio.  Y has como la Virgen: siente cómo tu vida estalla de Dios y dale gracias por generaciones y generaciones.