San Mateo
13, 54-58
La Iglesia
celebra cada 4 de agosto a San Juan Bautista María Vianney (1786-1859), también
conocido como el Santo Cura de Ars, por el nombre del pueblo francés donde
sirvió por muchos años como sacerdote y párroco:
San Juan
María Vianney nació el 8 de mayo de 1786. Es el patrono de los sacerdotes, en
especial de los párrocos. Además, se le considera el paradigma del buen
confesor. Poseía dones extraordinarios como el don de profecía o la capacidad
para conocer las almas y penetrar sus intenciones. Fue un hombre de gran
humildad y discernimiento, virtudes indispensables que lo hicieron modelo de
pastor. En repetidas oportunidades fue blanco de los ataques directos del
demonio, los que supo enfrentar gracias a su alma ligera, siempre dirigida al
Cielo, fortalecida por la gracia, la mortificación, la oración y el servicio.
Su celo
pastoral -una auténtica pasión por la salvación de las almas- lo llevó a pasar
frecuentemente largas horas en el confesionario, con el propósito, como solía
decir, de “arrebatarle almas al demonio”.
Vivía
desprendido de las cosas materiales, a las que trató con esa libertad propia de
los hijos de Dios: alguna vez llegó a regalar hasta su propia cama, por lo que
adquirió la costumbre de dormir en el suelo de su habitación. Llevó también una
vida ascética: practicaba habitualmente el ayuno y cuando no, le bastaba comer
algo muy sencillo. Solía decir que “el demonio no le teme tanto a la disciplina
y a las camisas de piel, como a la reducción de la comida, la bebida y el
sueño".
A San Juan
María Vianney también le tocó vivir tiempos convulsionados, como los
posteriores a la Revolución francesa. Uno de los tristes saldos de la
Revolución fue un ambiente de incredulidad y falta de esperanza entre la gente.
Muchos se apartaron de la fe y cada vez eran más los que no querían saber de
Dios. El Cura de Ars se propuso atender esta necesidad dedicándole mucho
esfuerzo a la preparación de sus sermones. El Santo pasaba noches enteras en la
sacristía componiendo y memorizando lo que iba a decir, consciente de la
fragilidad de su memoria, poniendo todo su empeño para lograr ser un buen
predicador, hacerse entender y transmitir el Evangelio a cabalidad.
Con el
tiempo, su popularidad fue creciendo y llegaron a ser miles las personas que
arribaban a Ars, incluso desde muy lejos, para confesarse con él. San Juan
María fue un hombre de profundo amor por la Virgen María, a quien consagró su
parroquia y su servicio sacerdotal.
El sábado 4
de Agosto de 1859, el Santo cura de Ars partió a la Casa del Padre. Tenía 73
años. Fue canonizado en la fiesta de Pentecostés de 1925 por el Papa Pío
XI.