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21 de julio

 

Mateo 12,1-8

El evangelio de hoy, en esta controversia entre Jesús y los fariseos, tiene por detrás el tema de La Ley y el espíritu.

Los fariseos conciben La Ley, como escritas en tablas de piedra, como una norma taxativa, inamovible, que no puede cambiar y el hombre tiene que ajustarse a ella.

Aquel que se sujeta a ella –> es bueno. Y el que no → es injusto.

 

Entonces, a mi me parece que Jesús está invitando a hacer en este texto es a “mirar” el espíritu que subyace a esa Ley. ¿Por qué la prescripción sobre el Sábado? -Porque, de alguna manera, la Ley señalaba o trataba de instituir, luego de un tiempo, una memoria, la memoria de Dios.

 

La Ley busca con el precepto del Sábado, que el ser humano no se olvide de Dios, que le consagre un día. Que ese día no esté trabajando, que pueda mirarlo a Dios, que pueda vincularse con Él. Que pueda rezar.

Sin embargo, esa institucionalidad, pareciera como haber, por lo menos en la conciencia de los fariseos, perdido de vista, estas razones, que bueno, la llevaron a hacer. Porque los fariseos la toman como una herramienta para el juicio, usan a la Ley para decir:

 

Quién es bueno y quién es malo.

Quién es justo y quien no.

Quién está cerca de Dios y quién no.

 

 

Y ellos, que se esfuerzan en cumplir, se sienten los buenos y “los otros“ que no la cumplen son los malos.

Jesús señala que el objetivo, entonces era otro, cuando Dios nos regaló La Ley. El objetivo era recordar todo lo que Dios hizo por nosotros, todo lo que nos ama, en el día como “de la memoria”, el Sábado. Para poder volver otra vez, a mirar a Dios y poder amarlo y para seguirlo más.

 

Entonces, nosotros hoy, estamos invitados a preguntarnos cómo nos estamos vinculando con la Ley. Y si estamos mirando el sentido de la Ley, o si estamos mirando solamente la letra escrita en tablas de piedra.