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11 de julio

 

San Mateo 9, 32-38

Cada 11 de julio la Iglesia Católica celebra a San Benito de Nursia, fundador del monacato occidental, patriarca de los monjes de Occidente y patrono de Europa. También es conocido como San Benito, Abad.

La máxima de vida de San Benito -con la que ha inspirado a miles de hombres y mujeres a vivir para Dios- fue “Ora et labora” (ora y trabaja), la síntesis perfecta de su programa de vida, un llamado a vivir la unidad entre contemplación y la acción.

 

El legado de este gran santo ha influido de manera definitiva en la formación y desarrollo del monacato y hoy, después de muchos siglos, sigue inspirando a quienes asumen la tarea de hacer de la oración acción, y de la acción oración. El ideal de Benito era la entrega completa del monje a Dios: una entrega a tiempo completo.

 

San Benito nació en Nursia (Italia), en el año 480. Tuvo una hermana gemela, nada menos que Santa Escolástica. Después de haber estudiado retórica y filosofía en Roma, se retiró a la ciudad de Enfide (actual Affile) para dedicarse con mayor profundidad al estudio y la disciplina ascética.

 

No conforme con lo logrado hasta entonces, con 20 años, se fue al monte Subiaco para vivir en absoluta soledad en una cueva, con la guía espiritual de un ermitaño. Años después, como parte de su búsqueda se unió a los monjes de Vicovaro, quienes lo eligieron prior en virtud de su espíritu disciplinado.

 

En Vicovaro surgieron las primeras malas entendidos contra Benito, nacidas en los corazones de los monjes que no estaban de acuerdo con la disciplina que el santo exigía.

 

Fue así que algunos de sus hermanos llegaron al punto de conspirar para matarlo. Cuenta la tradición que un día, a la hora de los alimentos, uno de los hermanos le sirvió agua al abad en un vaso envenenado. El abad Benito recibió el agua y la puso sobre la mesa, frente a sí.

 

Antes de beber, hizo la señal de la cruz sobre la copa y sin querer la golpeó, cayó al suelo, y se hizo pedazos. Un alboroto inusitado se produjo tras el hecho y los conspiradores quedaron en evidencia.

 

Esto precipitó que San Benito se aleje de aquel monasterio, no sin antes reprochar a aquellos “hombres de Dios” la gravedad de lo que habían hecho.