Lucas 17,26-37
La iglesia celebra hoy a San Josafat y La nación de Lituania
es ahora de gran mayoría católica, gracias a este hombre. Pero en un tiempo en ese país la religión era
dirigida por los cismáticos ortodoxos que no obedecen al Sumo Pontífice.
Y la conversión de
Lituania al catolicismo se debe en buena parte a San Josafat. Pero tuvo que
derramar su sangre, para conseguir que sus paisanos aceptaran el catolicismo.
Derramó su sangre por la unidad de los cristianos y era
llamado por sus adversarios “ladrón de almas”.
Josafat, que significa “Dios es mi juez”, nació el año 1580
de padres ortodoxos. Al convertirse al catolicismo, ingresó a la Orden de San
Basilio. Fue ordenado sacerdote y posteriormente llegó a ser arzobispo.
San Josafat convocó a Sínodos en las principales ciudades, publicó
un texto de catecismo, dispuso ordenaciones sobre la conducta del clero y buscó
liberar de interferencias externas los asuntos de las iglesias locales. Todo
esto sin dejar la administración de los sacramentos, la visita a los pobres,
enfermos y prisioneros.
Sufrió calumnias, críticas e incomprensión de sus enemigos y
por parte de algunos católicos que querían evitar la disciplina y las
exigencias morales.
Los adversarios buscaron más de una oportunidad para matarlo
y San Josafat les llegó a decir: “Estoy pronto a morir por la sagrada unión,
por la supremacía de San Pedro y del Romano Pontífice."
El 12 de noviembre de 1623 un sacerdote enemigo buscó a San
Josafat para insultarlo. Entonces el Santo mandó a que encerrasen al agresor en
un aposento de la casa del arzobispo. Al regresar de la Iglesia, el Prelado dio
libertad al cura, después de haberle amonestado, pero una turba ingresó a la
casa golpeando a los criados y exigiendo la muerte de San Josafat. “¡Muerte al
papista!”, gritaban.
El Santo, que salió en defensa de los criados, cayó
atravesado por una lanza y herido de bala. Su cuerpo fue arrastrado por las
calles y arrojado al río Divna. Esto produjo un movimiento en favor de la
unidad católica que pasó por un fuerte periodo de violencia.
San Josafat fue el primer Santo de la Iglesia de oriente.
Durante el Concilio Vaticano II, y a solicitud del Papa San
Juan XXIII, los restos de San Josafat fueron puestos en el altar de San Basilio
en la Basílica de San Pedro.
El Papa Pío XI, en su Carta Encíclica “Ecclesiam Dei”
escribió que San Josafat “comenzó a dedicarse a la restauración de la unidad,
con tanta fuerza y tanta suavidad a la vez y con tanto fruto que sus mismos
adversarios lo llamaban “ladrón de almas”.