Lucas 17, 11-19
San León Magno es el Pontífice más importante del siglo V.
Tuvo que luchar fuertemente contra dos clases de enemigos: los externos que
querían invadir y destruir a Roma, y los internos que trataban de engañar a los
católicos con errores y herejías.
Nació en Toscana, Italia; recibió una esmerada educación y
hablaba muy correctamente el idioma nacional que era el latín.
Llegó a ser secretario del Papa San Celestino, y de Sixto
III, y fue enviado por éste como embajador a Francia a tratar de evitar una
guerra civil que iba a estallar por la pelea entre dos generales. Estando por
allá le llegó la noticia de que había sido nombrado Sumo Pontífice. Año 440.
Desde el principio de su pontificado dio muestra de poseer
grandes cualidades para ese oficio. Predicaba al pueblo en todas las fiestas y
de él se conservan 96 sermones, que son verdaderas joyas de doctrina. A los que
estaban lejos los instruía por medio de cartas. Se conservan 144 cartas
escritas por San León Magno.
Su fama de sabio era tan grande que cuando en el Concilio de
Calcedonia los enviados del Papa leyeron la carta que enviaba San León Magno,
los 600 obispos se pusieron de pie y exclamaron: "San Pedro ha hablado por
boca de León".
En el año 452 llegó el terrorífico guerrero Atila,
capitaneando a los feroces Hunos, de los cuales se decía que donde sus caballos
pisaban no volvía a nacer la yerba. El Papa San León salió a su encuentro y
logró que no entrara en Roma y que volviera a su tierra, de Hungría.
En el año 455 llegó otro enemigo feroz, Genserico, jefe de
los vándalos. Con este no logró San León que no entrara en Roma a saquearla,
pero sí obtuvo que no incendiara la ciudad ni matara a sus habitantes. Roma
quedó más empobrecida, pero se volvió más espiritual.
San León tuvo que enfrentarse en los 21 años de su
pontificado a tremendos enemigos externos que trataron de destruir la ciudad de
Roma, y a peligrosos enemigos interiores que con sus herejías querían engañar a
los católicos. Pero su inmensa confianza en Dios lo hizo salir triunfante de
tan grandes peligros. Las gentes de Roma sentían por él una gran veneración, y
desde entonces los obispos de todos los países empezaron a considerar que el
Papa era el obispo más importante del mundo.
Una frase suya de un sermón de Navidad se ha hecho famosa.
Dice así: "Reconoce oh cristiano tu dignidad, El Hijo de Dios se vino de
cielo por salvar tu alma".