San Lucas 10, 13-16
Hablar de San Jerónimo en el mundo de la traducción es
hablar de una de las figuras más
célebres de la historia de la humanidad. Pero no mucha gente sabe en
profundidad quién es San Jerónimo, o Jerónimo de Estridón, su nombre anterior a
ser beatificado.
San Jerónimo es mundialmente conocido porque fue la primera
persona que tradujo la Biblia al latín corriente, desde la versión hebrea y la
versión griega (conocida como Biblia Septuaginta). El resultado fue la Vulgata,
o Biblia latina. Pero todo el proceso
anterior y posterior a este momento es, en ocasiones, olvidado. Y es necesario
conocerlo para reconocer el valor del trabajo de San Jerónimo.
San Jerónimo fue una persona tremendamente avanzada para su
época, el siglo IV d.C. Oriundo de Estridón, ciudad de la provincia romana de
Dalmacia. Desde joven recibió una educación amplia y rica, estudiando en Roma
desde su adolescencia. Desde su infancia demostró una curiosidad por la
retórica y la literatura fuera de lo común. Tras años de estudio decide
convertirse al cristianismo y comienza a dedicar su vida al estudio de las
Sagradas Escrituras.
Pero su conocimiento en lenguas extranjeras llegó a los 27
años, cuando estudió griego. También estudió hebreo en los años venideros, lo
que acabó convirtiéndole en traductor e intérprete de grandes personajes de la
época.
Entre estos se
encuentran Paulino de Antioquia o el Papa Dámaso, del que termina siendo
secretario. San Jerónimo acaba convirtiéndose en puente entre la Iglesia de
Occidente y la de Oriente, ya que se ocupa de la correspondencia entre ambas.
Es el mismo Papa Dámaso el que le encomienda revisar las traducciones
existentes de la Biblia y comenzar a realizar él una.
Además de ser un traductor y autor prolífico, es un
referente en la historia de la traducción. Fue uno de los defensores de la
traducción fiel a la lengua meta, respetando el texto original, pero sin
copiarlo palabra por palabra. Aun así, consideraba que la traducción de textos
religiosos debía hacerse con precaución, respetando al máximo los originales.
San Jerónimo fue un hombre de mundo, un erudito respetado en
su época y en las siguientes; fue y seguirá siendo una de las figuras más
respetadas de la historia por su amplia cultura y saber.
Una de sus frases más populares es “Desconocer las
escrituras es desconocer a Cristo”.