San Juan 15, 26-16,4a
La Iglesia,
a través de su liturgia, comienza a prepararnos para la fiesta de Pentecostés.
En Pentecostés nosotros conmemoramos y actualizamos la venida del Espíritu
Santo sobre María Santísima y los apóstoles. Esta fiesta es siempre una
oportunidad para recordar nuestra propia Confirmación; porque la Confirmación
es el Pentecostés de cada cristiano.
¿Qué es lo
que hace el Espíritu Santo en nosotros? El Espíritu Santo, en primer lugar, da
testimonio de Jesús, en nuestro propio corazón nos asegura íntimamente de la
verdad de su enseñanza, pero también nos impulsa a dar testimonio de Jesús. Es
lo que el Señor le dice a sus discípulos en esta conversación de la Última
Cena, esa tarea de dar testimonio de Jesús es algo que no siempre es fácil, y
por eso el Señor advierte que habrá dificultades, incluso oposición y hasta
persecución.
Los
apóstoles cuando recibieron el Espíritu dijeron “nosotros no podemos callar lo
que hemos visto y hemos oído”, y dijeron también “es preciso obedecer a Dios
ante que a los hombres”, cuando algunos los querían llamar a silencio. Y esto
porque estaban convencidos, como también dice por allí Pedro, que “no se nos ha
dado otro nombre por el cual podamos salvarnos”. Esta es la obra del Espíritu
en el corazón de los discípulos, que los impulsaba valerosamente al testimonio.
Por eso es
lindo, mientras nos vamos preparando para celebrar Pentecostés, pedir desde el
fondo de nuestro corazón “Espíritu Santo ven, ven a mi corazón”. Que esta sea
nuestra oración como cristianos, una manera de actualizar nuestra Confirmación,
nuestro compromiso con el Señor, nuestro compromiso apostólico, “Espíritu
Santo, ven”.