San Juan 15,18-21
En el evangelio de san Juan que acabamos de escuchar, Jesús,
declara a los discípulos que tienen pleno acceso al Padre. El Maestro vuelve al
Padre que lo envió al mundo, y les promete a sus discípulos, que la oración que
dirijan al Padre en su nombre será eficaz. La única condición para la eficacia
de la petición es que sea hecha en unión con El, unida a la su obra, ya que ha
venido para que tengamos vida abundante.
Jesús y el Padre están íntimamente unidos. Los discípulos al
estar unidos a Jesús también lo están con el Padre. El Padre los ama, porque
han creído a Cristo. Y por eso su oración es escuchada y su alegría sea
completa.
Por la fe en Cristo quedamos incorporados en su unión con el
Padre. Dentro de esa unión misteriosa, pero de amor, es como tiene valor
nuestra oración de hijos y de cristianos. La oración cristiana está arraigada
en las palabras de Jesús: “permanezcan en mi amor”.
Jesús es el Mediador y la petición que hacemos por nosotros
mismos o por los demás y sus necesidades, va al Padre avalada y unida a la de
Cristo, que es intercesor por el bien de la humanidad y de cada uno de
nosotros.
Pedir al Padre en el nombre de Jesús, es pedir confiándonos
en los méritos del Hijo muy amado, que entregó su vida para cumplir la voluntad
del Padre y dar la salvación a todos los hombres.