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27 de diciembre

 

San Juan 20,2-8

Estamos todavía gustando la alegría de la Navidad, una alegría sencilla como el pesebre, serena como la Nochebuena, honda como la que experimentaron seguramente la Virgen Santísima y San José. Y en ese clima la Iglesia celebra la fiesta del discípulo amado, hoy la Iglesia recuerda a San Juan apóstol y evangelista. Es el discípulo que nos ha hablado con más profundidad y con más ternura del Señor Jesús y de su amor por nosotros.

De los doce apóstoles fue el más joven y es también conocido como el “discípulo amado” como lo escuchamos en el Evangelio de Hoy. Podríamos decir que es el que entro en lo más profundo del corazón de Dios, entro tanto que pudo revelarnos y definir a Dios en su más profunda esencia: Dios es Amor. Y sólo pueden entrar a la esencia de Dios aquellos que realmente se hacen el propósito firme de amarlo por encima de todas las cosas!

Qué lindo que al terminar el año nosotros volvamos a pensar en estas cosas fundamentales y a reavivar nuestra fe en Jesús, que por nosotros se hizo hombre, que por nosotros se ofreció, que por nosotros ha resucitado y vive para siempre, y que nos invita a participar de su vida, de esa vida que nos ha regalado a lo largo de este año que está terminando, esa vida que nos ofrece en el que vamos a iniciar, esa vida que quiere regalarnos para siempre, porque somos peregrinos de la vida eterna.

Pensemos en esto y pidamos estas gracias para el año que va a comenzar. Con el deseo de un feliz y próspero año nuevo, yo los despido a todos ustedes queridos oyentes deseándoles abundantes bendiciones de parte del Señor para el año que está por comenzar.