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14 de diciembre

 

San Mateo, 21, 28-32

Hoy celebramos a san Juan de la Cruz. En medio de este tiempo de preparación a la noche buena y a la navidad, que es el adviento, nos aparece esta fiesta. De este gran doctor de la Iglesia, que junto con santa Teresa de Ávila, nos enseña a ser profundos en el amor, a vencer la superficialidad y a encontrarnos cada vez más en lo hondo del corazón y en lo profundo de la vida de la comunidad, a Dios que nos ama, que nos espera, que nos quiere y que nunca nos abandona.

Y en el  pasaje del evangelio Jesús explica dos casos: alguien que es llamado a hacer un trabajo y dice: “Si, yo voy, Señor”, pero después no va y el otro que dice: “No voy”, pero va. Y pregunta Jesús: “¿Cuál de los dos se portó mejor?” Ciertamente que aquél que fue, el que respondió, ¿por qué?, porque en el fondo el Espíritu Santo, aunque haya dicho que no, lo animó a decir que sí. Por eso dice Jesús que los publicanos  y las prostitutas, nos van a preceder en el reino de los cielos. Esto ¿por qué?, por si no nos dejamos guiar por el Espíritu, por si no nos anima el Espíritu.

 

 

El Espíritu nos tiene que animar a hacer sentir en nuestras vidas que somos amados por Dios. El Espíritu nos tiene que animar a vivir firmes en la esperanza, a no sentirnos defraudados por las dificultades de la vida.

 El Espíritu nos tiene que animar a manejarnos con entrañas de misericordia, saber perdonar y reconciliarnos, algo tan propio que se nos pide en este tiempo de la iglesia. El Espíritu nos tiene que animar a tener una mística de la comunión, no de la división o de la fragmentación.

 El Espíritu nos tiene que animar a tener un fervor misionero y no a vivir una religiosidad más autista o solamente individual. El Espíritu nos tiene que animar, en la entrega cotidiana, ahí es donde se juega el gran sí, que en algún momento, animados por el Espíritu, tenemos que darle a Dios. Ese gran sí, que no es sino la no improvisación, porque hemos estado dando muchos pequeños sí, en los desafíos de cada día y de cada momento.

Que por la intercesión de san Juan de la Cruz, entendamos que el Espíritu nos hace tener la mística del amor a Dios y el amor a los hermanos. Que es la mística cristiana.