San Mateo 17,10-13
La Figura que domina este Evangelio, es la de Elías, Elías
el gran Profeta, si lo recordamos, por ejemplo, cuando Jesús sube al monte
Tabor, y que elige a Pedro, Santiago y Juan; allí aparecen dos junto con Jesús,
aparece Elías y aparece Moisés. Moisés como representante de la ley, y Elías
como representante de la profecía, el gran profeta Elías.
El Profetismo es algo muy valioso en nuestra vida, no tanto
como a veces interpretamos al profeta como aquel que anuncia lo que va a venir,
lo que va a pasar, aunque también en algún caso, pero no es principalmente esto
lo propio del profeta si no, sobre todo es aquel que nos habla de parte de
Dios. Y en este sentido a veces, nos puede decir: Mira, este camino te va a
resulta mal o por aquí va la llamada que Dios te está haciendo, por aquí viene
lo grande, lo bello, lo hermoso que hay en tu vida.
El Profeta siempre nos abre horizontes extraordinariamente
hermosos porque vienen de Dios o a veces también nos presentan la seriedad y lo
grave de los caminos que podemos recorrer, porque no son de Dios.
Dejémonos que esto, es un Don que Dios nos ha hecho por el
Bautismo, somos con Jesús sacerdotes, profetas y reyes. Entonces, necesitamos
por una parte poner en práctica, desenterrar este talento que está en el
corazón si a veces no nos estamos alimentando tanto con la palabra de Dios y
por eso no somos capaces de interpretar los signos del Señor en nuestro tiempo
y también muy particularmente escuchar a aquellos que en el nombre del Señor
nos hablan porque muchas veces en el día escuchamos la voz de Dios a través de
los hermanos.
¿Qué paso con Juan, el Bautista, el último de los Profetas?
Hicieron con ÉL lo que quisieron, dice Jesús; entonces, nosotros no repitamos
esta historia, al contrario, tengamos reverencia por aquellos que nos hablan de
parte de Dios. La Palabra también nos anima a que gastemos el umbral de aquel
que nos habla de parte de Dios.
Te animo a poder descubrir cada vez más este talento que
está en tu corazón, de llenarte cada vez más hondamente de la Palabra de Dios,
para poder transmitir, su palabra hacia los demás y también de tener un oído
atento, fino, para escuchar la voz de Dios, que viene a través de nuestros
hermanos.