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6 de agosto

 

San Lucas 4,38-44

 

Como siempre, Jesús llega a nosotros en su Palabra como buen samaritano, como médico del alma y nos regala su Palabra que salva, que sana, que libera y nos renueva en el servicio.

 

En este día se nos presenta a Jesús, todavía en Cafarnaúm, en la casa de Pedro, donde libera a su suegra de la fiebre, donde sana enfermos que llevan hasta Él, expulsando demonios y haciéndolos callar, y con una firme convicción de seguir anunciando la buena noticia de Dios a todos.

 

Su presencia, sus manos, su voz, sus gestos, que liberan, sanan y salvan, muestran claramente que el Reino de Dios se hace presente, que es el Mesías, que es el Salvador. Él sigue haciéndose presente, llegando a todos con su Reino, que libera, que sana, que salva.

 

Gracias Señor por estar siempre presente, acercándote a nosotros y trayéndonos la Buena Noticia de Dios.

Que bueno también es descubrir en este evangelio a personas que se hicieron puentes para que Jesús pudiera liberar y sanar, Pedro que le pide que cure a su suegra, las personas que llevan sus enfermos hasta Jesús, que confían y creen que Él puede sanar. Sus nombres no aparecen en el evangelio, pero hicieron posible con su disponibilidad y generosidad que los enfermos o necesitados sean tocados por el Mesías, por Jesús.

 

Cuántos hombres y mujeres que hoy también siguen haciendo de puentes entre Jesús y los necesitados, son héroes anónimos que hacen presente y cercano a Jesús, con sus vidas y servicio.

Señor danos un corazón sencillo para poder reconocer y experimentar a tu hijo Jesús como médico del alma y del cuerpo, como Mesías y Salvador, danos un corazón generoso y servicial para acercar a otros a ti, siendo puentes de gracia, no queriendo retenerte para nosotros sino por el contrario intentar colaborar contigo en el anuncio de la buena noticia de Dios.

¿Quién está necesitando de ti para encontrarse con Jesús? ¿Estás haciendo algo para que  otros puedan ser tocados por Jesús?