San Lucas
4,38-44
Como
siempre, Jesús llega a nosotros en su Palabra como buen samaritano, como médico
del alma y nos regala su Palabra que salva, que sana, que libera y nos renueva
en el servicio.
En este día
se nos presenta a Jesús, todavía en Cafarnaúm, en la casa de Pedro, donde
libera a su suegra de la fiebre, donde sana enfermos que llevan hasta Él,
expulsando demonios y haciéndolos callar, y con una firme convicción de seguir
anunciando la buena noticia de Dios a todos.
Su
presencia, sus manos, su voz, sus gestos, que liberan, sanan y salvan, muestran
claramente que el Reino de Dios se hace presente, que es el Mesías, que es el
Salvador. Él sigue haciéndose presente, llegando a todos con su Reino, que
libera, que sana, que salva.
Gracias
Señor por estar siempre presente, acercándote a nosotros y trayéndonos la Buena
Noticia de Dios.
Que bueno
también es descubrir en este evangelio a personas que se hicieron puentes para
que Jesús pudiera liberar y sanar, Pedro que le pide que cure a su suegra, las
personas que llevan sus enfermos hasta Jesús, que confían y creen que Él puede
sanar. Sus nombres no aparecen en el evangelio, pero hicieron posible con su
disponibilidad y generosidad que los enfermos o necesitados sean tocados por el
Mesías, por Jesús.
Cuántos
hombres y mujeres que hoy también siguen haciendo de puentes entre Jesús y los
necesitados, son héroes anónimos que hacen presente y cercano a Jesús, con sus
vidas y servicio.
Señor danos
un corazón sencillo para poder reconocer y experimentar a tu hijo Jesús como
médico del alma y del cuerpo, como Mesías y Salvador, danos un corazón generoso
y servicial para acercar a otros a ti, siendo puentes de gracia, no queriendo
retenerte para nosotros sino por el contrario intentar colaborar contigo en el
anuncio de la buena noticia de Dios.
¿Quién está
necesitando de ti para encontrarse con Jesús? ¿Estás haciendo algo para
que otros puedan ser tocados por Jesús?