San Mateo 13, 18-23
El Evangelio de hoy:
nos presenta la reflexión que Jesús hace después de haber relatado la Parábola
del Sembrador y concluye diciendo: "El que escucha la Palabra y la
comprende, produce frutos". La Parábola del Sembrador nos pone frente a
nuestra realidad todos los días, Dios nos llena de bendiciones, siembra en
nosotros la buena semilla de la fe, de la honestidad, de la responsabilidad, de
la confianza, de la esperanza y sobre todo la semilla del amor. La semilla de
la palabra implica todo esto y sobre todo implica un poder recibir los dones de
Dios, pero nos preguntamos ¿En qué terreno cae esa semilla de la Palabra de
Dios? ¿Cómo somos nosotros? ¿Le permitimos que estos dones de la fe, la
honestidad, la responsabilidad, etc; sobre todo del amor, caiga en el terreno bueno?.
Muchas circunstancias interiores y exteriores nos pueden
quitar la Palabra de Dios, pueden impedir que crezca, pueden hacerla ahogar o
pueden, en muchas circunstancias, hacerla producir frutos en abundancia. Somos
conscientes de nuestra debilidad y por eso podemos permitir que se nos arranque
la riqueza de esta palabra. Así no damos frutos de amor, de generosidad y de
fidelidad; mientras si somos fieles, si nos abrimos a la acción del Espíritu sí
podemos dar muchos frutos.
La persona que tiene un
corazón puro, que se deja trabajar en lo profundo de su ser por la Palabra y
por la fuerza del Espíritu es capaz de hacer maravillas, es generosa, sincero,
coherente, valiente y da testimonio en todo lugar, no tiene miedo del que dirán
sino se entrega con generosidad y valentía; también se prepara para cambiar una
mentalidad materialista y egoísta en una mentalidad de superación constante en
el bien y se preocupa no sólo de lo que lo satisface inmediatamente (como
sugiere la Posmodernidad) sino sabe sacrificarse y renunciar a sí mismo para
buscar el bien común. Una persona decidida y coherente es signo de esperanza
para una nueva sociedad. Que bueno personas que se dejan llenar por esta
semilla de la Palabra de Dios!, los que la reflexionan solos o en comunidad,
los que meditan esta Palabra y se sienten felices de poder escuchar la voz de
Dios para darle después una respuesta generosa y coherente todos los días. ¡Los
felicitamos y ojalá todos sean así: terreno fértil, que escucha la Palabra y la
practica!