San Mateo 19,16-22
El evangelio
de hoy nos narra la historia del joven que pregunta por el camino de la vida
eterna. Jesús le indica el camino de la pobreza. El joven no acepta la
propuesta de Jesús, porque era muy rico y una persona rica está protegida por
la seguridad que le da la riqueza.
Agarrada a
las ventajas de sus bienes, vive preocupada en defender sus propios intereses.
Una persona pobre por lo general no tiene esta preocupación, pero hay pobres
con mentalidad de ricos.
Muchas
veces, el deseo de riqueza crea en ellos una enorme dependencia y hace que el
pobre sea esclavo del consumismo, queda teniendo deudas por todos los lados. Y
no tiene más tiempo para dedicarse al servicio del prójimo.
El joven
había preguntado por la vida eterna. ¡Quería la vida junto a Dios! Pero Jesús
sólo recordó los mandamientos que hablan respecto de la vida junto al prójimo!
Para Jesús, sólo conseguiremos estar bien con Dios, si sabemos estar bien con
el prójimo. La puerta para llegar hasta Dios es el prójimo.
El joven
observaba sin saber ¡para qué servían estos mandamientos! Si lo hubiera sabido,
no hubiera hecho la pregunta. Le sucede como a muchos de nosotros que no
sabemos el porqué cumplimos normas sin conocer el profundo sentido.
La
observancia de los mandamientos es apenas el primer grado de una escala que va
mucho más lejos y más alto. ¡Jesús pide más! La observancia de los mandamientos
prepara a la persona para que pueda llegar a la entrega total de sí a favor del
prójimo. Marcos dice que Jesús miró al joven con amor (Mc 10,21). Jesús pide
mucho, pero lo pide con mucho amor. El joven no acepta la propuesta de Jesús y
se va, “porque tenía muchos bienes”