San Marcos 11,11-26
Jesús nos invita a grandes desafíos, siempre nos invita a navegar mar adentro, hacia la profundidad de nuestra vida.
Es hermoso dejarnos educar por las escrituras, dejar que el Espíritu Santo nos ilumine y nos permita vivir con profundidad nuestra vida. Vivir a pleno es no dejarnos atrapar por la frivolidad, la apatía, el aburrimiento, la superficialidad. No hay que vivir de apariencias, sino que lo que mostremos hacia fuera sea la expresión de nuestra interioridad. Fíjense en el ejemplo de este evangelio: la higuera y el templo.
Jesús percibe de la higuera que es hermosa, tupida, llena de
verdor (por fuera) pero que no ofrece nada de frutos, que endulcen la vida de
los que pasan a su lado. Pasa algo similar con el Templo, es un edificio enorme
y hermoso, pero los frutos de oración y de acogida nunca se producen. Sólo son
un mercado del que se benefician muy pocos y en el que la mayor parte de los
que allí acuden con fe y esperanza sólo son explotados y excluidos.
Lo bueno, o lo bello, o lo grandioso tuyo, no pasa por la apariencia, por vestir a la moda, por querer presentarte como fuerte, por imponerte a los demás…¡ La belleza, la grandeza, está en tu corazón! ¡¡Has sido creado a Imagen y Semejanza de Dios!! Deja que el Señor obre en ti, que el Señor saque lo bueno que hay en ti.
Como conclusión podemos decir que es que a través de la
oración y del perdón, nosotros conservamos la salud espiritual. Porque en esas
conexiones, que son las conexiones de los sarmientos con la vid: “Nos llega la
sabia”, “nos llega la vida de Dios”.
Como pueblo nos pasa lo mismo, cuando un pueblo no tiene
misericordia, cuando un pueblo se para demasiado en lo que debería ser , sin
poder comprender la fragilidad termina enredándose en los laberintos del
dinero, bueno, en el extravío fuera de Dios.
La acción de Jesús es una acción profética que nos invita a
nosotros, a mirar un poquito como estamos mirando a los demás, también como
estamos como pueblo y nos invita como a realizar nuestra conexión con Dios.