San Lucas 14,12-14
El evangelio de hoy continúa la enseñanza que Jesús estaba
dando alrededor de diversos asuntos, todos ellos enlazados con la mesa y la
comida. La invitación a comer constituye el asunto central del evangelio de
hoy.
Hay diversos tipos de invitación: invitaciones interesadas
en beneficio propio e invitaciones desinteresadas en beneficio de otros. La
costumbre normal de la gente era ésta: para almorzar o cenar invitaban a
amigos, hermanos y parientes. Pero nadie se sentaba alrededor de la mesa con
personas desconocidas. ¡Comían sólo con gente conocida! Esta era una costumbre
entre los judíos y sigue siendo una costumbre que usamos hasta hoy. Jesús
piensa de forma distinta y manda invitar de forma desinteresada como nadie
solía hacer rompiendo el círculo cerrado y pide que invitemos a los excluidos:
a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos. No era la costumbre y
nadie hace esto, ni siquiera hoy. Pero Jesús insiste: “¡Invita a esas
personas!” ¿Por qué?
Porqué en la invitación desinteresada, dirigida a personas
excluidas y marginadas, existe una fuente de felicidad: “y serás dichoso,
porque no te pueden corresponder”.
Es la felicidad que nace del hecho de haber hecho un gesto
de total gratuidad. Un gesto de amor que quiere el bien del otro y para el
otro, sin esperar nada en cambio. Es la felicidad de aquel que hace las cosas
gratuitamente, sin querer ninguna retribución. Jesús dice que esta felicidad es
semilla de la felicidad que Dios dará en la resurrección. Resurrección no sólo
al final de la historia, sino ya desde ahora. Actuar así es ya una
resurrección.