San Lucas 10, 1-9
Hoy, 18 de
octubre, celebramos a San Lucas Evangelista, autor del tercer evangelio y de
los Hechos de los Apóstoles.
Gracias a su
relato de la vida de Jesús, plasmado en su evangelio, los cristianos podemos
conocer mejor a la Virgen María, ya que Lucas registró muchos más pasajes de su
vida que cualquiera de los otros evangelistas. Esto se explica por la cercanía
que tuvo Lucas con el Apóstol San Juan, el discípulo amado, quien se hizo cargo
de la Madre de Dios, tal y como Jesús lo pidió en la Cruz.
La fecha de
nacimiento de San Lucas es incierta, pero se cree que nació en Antioquía. Su
nombre significa “portador de luz” y se convirtió a la fe en Jesucristo
alrededor del año 40. No conoció personalmente al Señor, pero sí a San Pablo,
de quien fue discípulo. Lucas fue un hombre instruido -a diferencia de la
mayoría de los apóstoles- y de amplia cultura. Se dice que fue médico, pero
también sabía de letras -su lengua era el griego- y de algunas artes como la
pintura.
Es el único
autor del Nuevo Testamento que no tuvo origen judío y cuyos escritos estuvieron
pensados para llevar la Buena Nueva a los pueblos gentiles. De hecho, Lucas
escribió en griego “koiné”, es decir, la lengua más extendida de la antigüedad
junto al latín. En su evangelio, San Lucas pone de relieve a quienes sufren en
el cuerpo o en el alma, especialmente a los pobres y los pecadores
arrepentidos. Además, nos recuerda siempre la necesidad de la oración.
Generalmente,
se le representa con un libro en las manos, al lado de un toro o novillo.
Es patrón de
los doctores, cirujanos, carniceros, encuadernadores, escultores, notarios y
artistas, debido -esto último- a que probablemente pintó una imagen de la
Virgen María.