San Lucas 9, 51-56
Hoy, 27 de septiembre, la Iglesia católica celebra al
Patrono de las obras de caridad y fundador de la Congregación de la Misión
(vicentinos) y de las Hijas de la Caridad (vicentinas): San Vicente de Paúl,
sin duda una de las figuras más representativas del catolicismo francés del
siglo XVII.
Fue ordenado sacerdote en 1600 con tan solo diecinueve años,
e inmediatamente el obispo, dada la madurez del novel sacerdote, quiso
encargarle una parroquia que, sin embargo, no llegaría a asumir por su corta
edad -el código de derecho canónico le impedía asumir tal responsabilidad-.
El P. Vicente empezó a estar más disponible para atender
moribundos, a los abandonados y enfermos. Empezó a frecuentar lugares remotos
con el propósito de atender a quien lo requería. Sabía muy bien que Dios en su
ternura no podía olvidarse del más necesitado.
Su experiencia de vida al servicio del Señor le infundió en
el corazón el deseo de organizar una congregación que se ocupase de administrar
principalmente obras de caridad. Así, Vicente fundó la Congregación de la
Misión. Ser misionero para él era algo que solo podía sostenerse en la oración
dedicada y constante. Su tiempo como preceptor y la buena formación teológica
que recibió lo inspiraron para que los miembros de la nueva congregación se
dediquen también a la formación del clero. Después, junto a Santa Luisa,
fundaría la Compañía de las Hijas de la Caridad. Para San Vicente, además de la
oración, era importantísimo el cultivo de la humildad. Esta debería ser la
primera virtud y cualidad de los sacerdotes misioneros.
Vicente fue un verdadero amigo de los desposeídos y un
celoso apóstol de su tiempo. Partió a la Casa del Padre el 27 de septiembre de
1660.