San Lucas 9,
18-22
En el día de hoy celebramos a San Pio de Pietrelcina (1887-1968), a quien cariñosamente se le sigue llamando ‘Padre Pio’. Este franciscano recibió los estigmas de Cristo, quien quiso asociarlo de manera especial a su Pasión. He ahí el porqué de estas palabras del santo: “Oh Jesús, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas de mí un sacerdote santo y una víctima perfecta” (San Pío de Pietrelcina).
San Pío de
Pietrelcina fue un fraile y sacerdote italiano, perteneciente a la Orden de los
Hermanos Menores Capuchinos (O.F.M. Cap.). Pio recibió los estigmas de Jesucristo
en las manos, los pies y el costado. Se hizo célebre también por haber obrado
milagros en vida y por los dones extraordinarios que Dios le concedió.
Uno de esos
dones fue su extraordinaria capacidad para acercarse y entender el alma humana,
a tal punto que podía leer los corazones y las conciencias de quienes se le
acercaban. Esa capacidad para penetrar y desnudar el alma humana, que brotaba
de la caridad que movía su corazón, lo convirtió en un confesor único.
Abundantes testimonios corroboran que quienes acudían a él para confesarse
encontraban ese rostro de Dios que acoge al pecador.
El Padre Pío
nació en Pietrelcina, (Italia), el 25 de mayo de 1887. Su nombre era Francisco
Forgione, pero, cuando recibió el hábito de franciscano capuchino, tomó el nombre
de “Fray Pío”, en honor a San Pío V.
A los cinco
años tuvo una visión de Cristo, quien se le presentó como el Sagrado Corazón de
Jesús. Cristo mismo posó su mano sobre la cabeza del pequeño Pío. El niño, en
respuesta, le prometió al Señor que sería su servidor siguiendo los pasos de
San Francisco de Asís. Desde entonces, Pío tuvo una vida marcada por una
estrechísima relación con Jesús y con su Madre, la Virgen María. Ella se le
apareció en numerosas oportunidades a lo largo de su vida.
El Padre
Pío, asimismo, fue un hombre preocupado por los más necesitados. El 9 de enero
de 1940 convenció a sus grandes amigos espirituales de fundar un hospital para
curar los “cuerpos y también las almas” de la gente necesitada de su región. El
proyecto tomó algunos años, pero finalmente se inauguró el 5 de mayo de 1956
con el nombre de “Casa Alivio del Sufrimiento”.
El Padre Pío
partió a la Casa del Padre un 23 de septiembre de 1968, después de horas de
agonía repitiendo con voz débil “¡Jesús, María!”.
San Juan
Pablo II tuvo una especial admiración por él, y no son pocos los que señalan
que el Padre Pío, en confesión, le predijo que llegaría a ser Papa
Durante la
canonización de San Pío de Pietrelcina, el 16 de junio del 2002, San Juan Pablo
II dijo de él: “Oración y caridad, esta es una síntesis sumamente concreta de
la enseñanza del Padre Pío, que hoy vuelve a proponerse a todos”.