San Mateo
15,21-28
Hoy el
evangelio nos expresa la curación de la hija de una Cananea que se acerca a
Jesús pidiendo ayuda.
Que hermoso
es cuando descubramos que la fe es el
tesoro más grande que tenemos. Por eso debemos tener la capacidad de poner
todos los medios para conservarla y acrecentarla. La fe es nuestro mayor tesoro
y por eso la tenemos que defender de todo aquello que pueda hacerle daño: cosas
que nos pueden confundir o ciertas provocaciones de la sociedad de consumo que
ensucian el corazón.
La fe está
llamada a ser protegida especialmente con la piedad, la oración y los
sacramentos y con una seria formación doctrinal en la cual tenemos que crecer constantemente
en la medida de cada persona. El Señor y la Iglesia nos mandan que expresemos
nuestra fe, incluso, como hizo esta mujer que la confesemos públicamente.
Todos los
días Dios nos pide que tengamos fe en su Palabra que nos llega a través de la Iglesia.
A la luz de la fe todos los acontecimientos aparecen como son, con su verdadero
sentido, sin la limitación con la que sabemos enjuiciarlo los hombres. Por eso
Jesús seguramente habrá alabado la fe de esta
Mujer, “qué grande es tu fe” y habrá pensado en aquello que Él mismo
había dicho “si tuvieran fe tan grande
como un grano de mostaza trasladarían montañas”. No existen obstáculos
insuperables para una persona que viva desde la fe.