San Juan 21, 20-25
“Tu sígueme “estas son las últimas palabras de Jesús al
apóstol Pedro. También estas palabras están dirigidas a cada uno de nosotros.
A cada uno por su nombre, como Jesús le dijo a Pedro.
Hoy te dice a ti, con tu nombre, con tu rostro, con tu
apellido, con tu carácter, con tu historia, con tu temperamento, en la
situación en la que te encuentres: Tú sígueme.
Como le dijo también una vez a Mateo que estaba sentado en
la mesa de dinero, cambiando plata. No estaba en ninguna ocupación espiritual,
no estaba en ninguna montaña mística para ver si encontraba a Jesús. No, estaba
en la circunstancia concreta de su vida
Pero es allí donde paso Jesús, que mirándolo fijó su vista
penetrante, llena de amor y le dijo: Sígueme. Y él dejándolo todo lo siguió.
Así pasó con Juan, con Andrés, con Simón y todos los demás.
Como al Final con Pedro, cuando Jesús le vuelve a decir otra
vez Sígueme.
Y le vuelve a decir sígueme a Pedro, después de que Pedro lo
había negado tres veces, no habían pasado más de tres o cuatro días desde que
Pedro había negado a Jesús.
Ciertamente no hay mayor y más hermosa aventura que la de
seguir a Jesús.
En sus huellas vamos
encontrando el sentido de nuestra vida y vamos descubriendo que es hermosa, que
vale la pena transitar este camino, si nos damos de corazón a él y por él, nos
damos de corazón a nuestros hermanos.
Seguir a Jesús es descubrir que la vida, se nos ha dado para
entregarla y para que así sea fecunda. Entonces la felicidad, él deseo más
profundo de nuestro corazón se vea plenamente realizado.
Yo los animo y los invito a que tengan este coraje, de
soltar todas las seguridades falsas que el mundo les presenta, para arriesgarse
en la aventura del seguimiento de Jesús.
Poniendo solo en él
la esperanza del corazón y podrán verificar en sus vidas esa paz y esa alegría
que solo Cristo puede dar, y podrán experimentar que la vida es fecunda, que
sirve para hacer más humano este mundo y también que nos prepara para alcanzar la
plenitud en la eternidad del
cielo.