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9 de mayo


San Juan 10, 1-10

Un corral es un recinto alambrado que protege a las ovejas, y tiene una puerta o pequeña tranquera. Ahora bien, el buen pastor es el que entra por la puerta, mientras que el ladrón trata de saltar el alambrado a escondidas para entrar donde están las ovejas y llevarse alguna.

Jesús con este ejemplo nos quiere trasmitir una enseñanza. El mismo dice: «Yo soy la puerta». A través de él «entramos y salimos». Sólo por él tienen acceso las ovejas a la seguridad del corral. Sólo por él pueden salir a los pastos buenos. Jesús es el único Mediador, por el que la gracia de Dios llega a todos. Jesús nos dice: «nadie va al Padre sino por mí».

 No hay salvación fuera de él. Sólo el que pasa por él, el que cree en él, entra en la vida. Esto vale para todos nosotros. Los fariseos son acusados por Jesús de no haber entrado por la puerta, de no ser pastores verdaderos.

 De los pastores se describen las cualidades que deben tener para poder decir que son buenos: entran por la tranquera (o sea no saltan el alambrado), conocen a sus ovejas, van delante de ellas y se la juegan por ellas. Son cualidades que indican que no es un ladrón, sino que es el Buen Pastor.

La metáfora de Cristo como puerta nos sitúa ante el dilema de aceptar o no aceptar a Cristo como el único que da sentido a nuestra vida. Cuando buscamos felicidad: ¿es en Cristo en quien pensamos y creemos?

 Él ya dijo que la puerta que conduce a la vida es estrecha: ¿tratamos nosotros de buscar otras puertas más cómodas, otros caminos más agradables, pero que nos alejan de Jesús? ¿O aceptamos a Jesús como la única puerta a la vida?

¿nos sentimos unidos a él, entramos por la puerta que es él, o somos como ladrones que saltan alambrados y roban? ¿Nos llevamos las ovejas del corral para propio beneficio, más que ayudarlas y cuidarlas? Son preguntas para que cada uno nos hagamos.