San Juan 15,9-11
Hoy Jesús nos invita a contemplarlo desde los discursos de
la Última Cena donde abre su corazón con sus amigos, los discípulos. De esta
forma los va preparando para ese momento tan importante, el momento de la Cruz.
Él quiere cuidar que ellos no se escandalicen, que no se
separen, que no se pierdan. Por eso empieza a hablarles de lo que va a suceder:
“Dentro de poco no me verán, y poco después me volverán a ver.
Van a llorar y el
mundo se alegrará, pero su tristeza se transformará en gozo.” Esa es la certeza
que Jesús quiere dejar en sus corazones y la certeza que Dios quiere dejar en
nuestros corazones hoy.
Nuestra alegría no es la de venir al mundo. Nuestra alegría
está mezclada con tristeza, pero, sin embargo tenemos la seguridad de que Dios
no va a dejar que ninguna de nuestras tristezas caiga en el saco roto.
Todo lo que nosotros
hacemos, cuando lo ofrecemos y lo ponemos en manos del Señor, Él lo asume y lo
transforma en gracia para nosotros, para otros, para el mundo. Pero nunca entra
en saco roto porque siempre se transforma en gracia.
Pidámosle al Señor que nos sostenga en la convicción de que
todo lo que hacemos, cuando lo unimos a Jesús con una fuerza transformadora que
engendra vida en el mundo.