Páginas

18 de enero

 

San Marcos 2, 23-28

Escuchamos hoy el relato en el cual los discípulos de Jesús arrancan espigas del sembrado en sábado, por lo cual los fariseos, atentos a su actuar, enseguida interpelan, cuestionan. Es de notar que no es a los discípulos, sino a Jesús quienes los fariseos ponen en tela de juicio.

Sin embargo, el Señor les recuerda que David y quienes lo seguían, comen los panes, que estaban destinado a la ofrenda, para luego manifestar que el sábado, día del Señor, está hecho para el hombre y no al revés y que Él, el Hijo del Hombre es Señor, dueño del sábado.

Toda la cuestión se centra en que hay normas. Los fariseos hacían consistir la vida religiosa en la observancia de la Ley, el cumplimiento de los preceptos, que eran muchos. En el fondo, más que confiar en la bondad de Dios, ponían su confianza en lo que ellos tenían que hacer.

Jesús, sin embargo, nos enseña que el sábado, la Ley, la normativa, está hecha para indicar el camino, para formar en la libertad y no para esclavizar, cuando los preceptos, lo que hay que hacer se ubica por encima de la persona concreta, por encima de la misericordia, no sólo hacemos mal al otro condenándolo, sino que además nos privamos de reconocer la providencia de Dios

El cumplimiento de los preceptos, mandamientos y normas que llegan a nosotros desde Dios y por medio de su Palabra y su Iglesia, siempre quieren hacernos más libres, más plenos, y el vivirlos tendría que ser expresión del amor a Dios que está en nuestro interior.

Señor Jesús que  seguir tus huellas nunca sea un mero cumplimiento exterior de preceptos (cumplo y miento), sino que sea un amarte con todo el corazón que se exprese en cada hermano, en cada situación, en el vivir de acuerdo con tu Palabra.