San Marcos 2, 18-22
¡A vino nuevo, odres nuevos! De esta manera Jesús inaugura
los tiempos llamados “del Mesías”. Ya no es tiempo de la espera, ya no es
tiempo de las promesas. En Cristo Jesús se ha cumplido la promesa de que Dios obraría
en primera persona y que no abandonaría a la suerte ni a las fuerzas de la
naturaleza o al azar, al hombre.
Los nuevos tiempos que somos llamados a recibir con humildad
y alegría, son tiempos en los que los pobres –o llamados humildes- son los preferidos,
los que Dios mira con dulzura. Los “tiempos nuevos” son la invitación que Dios
nos hace a que vivamos la Vida nueva que nos ha traído Cristo. Ya no dependemos
de fuerzas oscuras o de la suerte; nuestra vida está sostenida en Su Amor y por
eso esperamos y caminamos confiados. Aunque todo se nos presente oscuro o
doloroso.
El evangelio de hoy es una invitación a descubrir la nueva
vida que la Gracia nos trae. Hemos creído que seguir a Jesús en “hacer fuerza”;
como un especie de nadador que aguanta el aire para llegar al otro extremo. Pero nos hemos olvidado que seguir a
Jesús es un regalo, algo inmerecido que nunca podremos ni devolverle o merecer.
Así nos lo enseñan los obispos en el documento de Aparecida: “Conocer a Jesús
es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado
nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con
nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (DA 32)
Hermosa expresión que la Iglesia latinoamericana nos ha
trasmitido. Todo un proyecto de vida. Ya que si fundamos nuestra vida en el
regalo que Cristo nos ha trasmitido ya nada será igual. La alegría de sabernos
amados, la alegría de sabernos llamados, la alegría de la misericordia, la
alegría del abrazo Paterno, la alegría de la presencia de Dios en todos los
momentos de nuestra vida; es la novedad que el Evangelio nos ha trasmitido. El
“vino nuevo” que da un sabor nuevo a nuestra existencia.
Bebamos de la nueva bebida que trasforma nuestras vidas.
Bebamos de los Sacramentos que trasforman nuestros corazones y nos hacen
plenamente libres en la Gracia de Dios.
Si hace tiempo no te acercas a los sacramentos, hazlo,
Jesucristo mismo te está esperando. Y si tienes una vida cercana a Ellos, no la
abandones nunca, ya que ahí está la fuerza que te sostiene y te permite
descubrir la belleza que la vida encierra.