San Marcos 12, 35-37
El Evangelio de hoy, si bien breve, nos presenta esta idea
de la expectativa mesiánica que hay sobre la persona de Jesús.
Mesías, como hijo de David. Pero otra es la idea que tiene
Jesús del reino.
No es un reino que se imponga por la fuerza.
No es un reino que crezca justamente a través del
proselitismo, sino, el reino de Jesús crece siempre en lo pequeño, es como esa
pequeña semilla que se ha sembrado en los corazones y que a su tiempo da fruto
abundante.
Por eso, el Señor nos invita realmente a que tengamos una
concepción del reino de los cielos distinta, un reino que crece en o pequeño,
un reino que se construye en el amor, donde cada pequeño gesto vale.
No se trata aquí de simplemente de venir de tal o cual lugar
y pensar en un mesianismo político que cambie el poder de ese momento.
Sino que, el reino de los cielos que Jesús viene a
anunciarnos aquí en la tierra y que luego se extenderá finalmente en el cielo,
en su plenitud, se construye de otra forma.
Las estructuras humanas no llegan a comprender como este
reino crece, sin embargo, llevamos más de 2mil años de Iglesia y el amor de
Cristo sigue siendo anunciado, el evangelio, la Palabra de vida en todos los
continentes.
Pidamos nosotros también, poder sumarnos a esta gracia
transformadora del evangelio y no cansarnos de anunciar la buena noticia de
Jesús.
Lo importante es ser más en la medida de Jesús, no un poder
material, sino un poder para transformar el mundo con la fuerza del amor. Ojalá
entendamos todos que solamente a través del camino del amor podemos renovar y
transformar el mundo. Que el Señor nos ayude entonces a vivir así, abiertos al
proyecto de Dios que es un proyecto de amor y nos envía para servir. Ojalá
todos también gocemos, como en su pueblo, de estar a la escucha de Jesús para
poder junto con él construir este reino aquí en la tierra, reino de verdad de
justicia y de paz. Dejemos de lado otras ambiciones, la más grande para
nosotros es justamente poder construir un mundo donde reine la paz.