San Lucas 16,9-15
En el evangelio que acabamos de escuchar tres sentencias o
dichos de Jesús ilustran la parábola del administrador astuto (16, 1-8).
Jesús, en el primer dicho (Lc 16,9), exhorta a utilizar los
propios bienes haciendo el bien a los demás (18, 22). De esta manera se
consiguen “amigos” (como en la parábola del administrador astuto), pero no para
que esos amigos retribuyan el favor que se les hizo, probablemente en tiempos
de necesidad, sino para que Dios sea el hospedero y sea Él quien lo reciba en
su casa y le otorgue la vida eterna.
El segundo dicho de Jesús (16, 10-12) enseña que nadie es
dueño absoluto de las riquezas materiales. Los bienes de este mundo se tienen en
“administración”, y a los que sean fieles en la administración de estos bienes
en favor de los hijos de Dios, el Señor les otorgará los bienes verdaderos, los
que corresponden a la vida eterna (12, 31-32).
En el tercer dicho (16,13), Jesús llama la atención sobre el
peligro de considerar los bienes materiales como si fueran “un dios”. Solo al
Dios de Jesucristo hay que amar por sobre todas las cosas, incluyendo los
bienes (Dt 6, 4-5). El que ama al dinero más que a Dios, termina haciendo toda
clase de males para acumular mayor riqueza. El poder de la codicia es
arrollador.
Finalmente en 16, 15, Jesús se refiere a la hipocresía de
los que aparentan ser personas justas, buscando contar siempre con la
aprobación de los demás. La gente podrá aprobarlos y aplaudirlos, pero Dios no
juzga por las apariencias (1 Sm 16,7) ni tampoco lo hace su Hijo Jesús (Lc
20,21).
Cuánta actualidad y conversión reclaman estas imágenes del
Evangelio. Dejemos que el Señor nos anime a adentrarnos en un corazón sincero
de cara a su Palabra.