San Lucas 11, 47-54
Hoy celebramos a San Calixto que fue el decimosexto Papa de la Iglesia
Católica. Su periodo de pontificado abarcó de 217 a 222.
Calixto fue el primer Papa liberto. Es decir, tuvo la
condición de esclavo, sometido al trabajo en las minas, pero que pudo obtener
su libertad. Una vez libre, se entregó completamente al servicio de la
comunidad cristiana.
San Ceferino, su predecesor en el papado, lo convirtió en su
hombre de confianza y le encargó el cuidado y administración de las catacumbas
-inicialmente el cementerio cristiano- pero que, como se sabe, se convirtieron
en lugar de refugio para los cristianos perseguidos. Bajo su administración las
catacumbas llegaron a tener hasta 4 niveles y más de 20 kilómetros de
corredores. Hoy, las Catacumbas de San Calixto son uno de los principales
lugares históricos de Roma. En ella reposan los restos de varios papas,
mártires y santos.
A la muerte de San Ceferino en el 217, Calixto fue elegido
Sumo Pontífice. Durante su pontificado soportó la férrea oposición de Hipólito,
quien lo acusó de ser indigno de su cargo. Para Hipólito un liberto carecía de
la dignidad apropiada para conducir la Iglesia. Además, se opuso a que hombres
que hubiesen dejado atrás la poligamia o el concubinato pudiesen ser ordenados
sacerdotes, aún habiendo pedido perdón y convertido sus vidas a Cristo.
Similares restricciones y rechazos pretendía Hipólito para otros cristianos
conversos, o para aquellos que habían cometido apostasía y querían regresar al
seno de la Iglesia. El espíritu pastoral de Calixto rechazó todas estas formas
de rigorismo por considerarlas contrarias al mandato de Cristo sobre la
caridad.
Lejos de cambiar de actitud, Hipólito también acusó sin
éxito a Calixto de ser un propagador de herejías sobre la Trinidad.
Víctima de la persecución contra los cristianos, San Calixto
fue llevado a una mazmorra, sin comida y sin luz. Semanas después fue
encontrado tranquilo y saludable. Hoy, la tradición conserva el testimonio de
sus palabras:
"Acostumbré a mi cuerpo a pasar días y semanas sin
comer ni beber, y esto por amor a mi amigo Jesucristo, así que ya soy capaz de
resistir sin desesperarme".
Entonces la autoridad imperial dispuso que lo echaran a un
profundo pozo y que la boca del hoyo fuera cubierta con tierra y escombros. San
Calixto murió enterrado. Se dice que sobre aquel lugar se alza la Iglesia de
Santa María en Trastevere. Las actas de los mártires dan cuenta de que San
Calixto fue el segundo Papa mártir, después de San Pedro.