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25 de octubre

 

San Lucas 12,39-48

Estar atentos, estar preparados y vigilantes es una actitud y capacidad que se vive a diario hoy día, hasta casi inconscientemente y de modo angustioso, hemos aprendido a ejercitarlo debido a la inseguridad y violencia que a diariamente vivimos en nuestras ciudades.

La Palabra de Jesús también hoy nos habla e invita a estar preparados, vigilantes, trabajando, esperando que llegue el Hijo del hombre, por supuesto que es una actitud diferente, distinta, es un estar vigilantes y atentos esperanzados y gozosos porque viene a nuestro encuentro, Alguien importante, el Mesías, el Señor.

Siempre que viene alguien de visita a nuestro hogar, intentamos tener todo en orden y preparado para compartir y disfrutar de su presencia. Creo que esta es la actitud atenta que nos invita Jesús a cultivar y formar en nuestra vida. Estar preparados haciendo lo de todos los días, con el corazón gozoso porque Él Viene, no sé cuándo ni cómo, pero siempre Viene.

Diría una canción que quizás conoces: “…Es joven el que espera, el que sabe caminar, el que lucha por el Reino, sin volver la vista atrás. El que da su mano a otro, el que sabe transformar, el que es pan para los pobres defendiendo la Verdad…”

Qué bueno que el Señor te encuentre siempre de este modo, disfrutando, aprovechando, gozando, trabajando y transformando cada momento

Que nada, ni nadie, te distraiga ni saque el tiempo, no te duermas, no te dejes estar en la vagancia. Hay que estar preparado, con el corazón encendido, descubriendo, ¡buscando y esperando al Dios de la vida!

¿Estás Preparado, ¿Estás atento? “Nosotros hacemos consistir la Santidad en estar siempre alegres, haciendo bien las cosas que tenemos que hacer como Jesús lo quiere” dice una canción muy linda “siempre alegres”

24 de octubre

 

San Lucas 12, 35-38

Hoy, 24 de octubre, celebramos a San Antonio María Claret, nacido en Barcelona (España), en 1807. En su juventud fue obrero textil, razón por la que se le considera patrón de los tejedores y de la industria textil de Cataluña. Desde pequeño se destacó por su amor a la Eucaristía y a la Virgen María.

 De hecho, Antonio profesaba un gran amor por la Madre de Dios y la tenía como protectora. Un día, siendo muy joven, fue de paseo a la playa con unos amigos. De pronto, mientras caminaba por la orilla, fue arrastrado mar adentro por una ola muy grande. Como no sabía nadar, empezó a ahogarse. Preso del pánico, alcanzó a gritar: “Virgen Santa, sálvame”.

De pronto, -no sabía bien explicar cómo- estaba de regreso en la orilla, sano y salvo. Siempre que Antonio recordaba el episodio, decía que había sido la Virgen quien lo había salvado.

Años más tarde el joven catalán ingresa al seminario y es ordenado sacerdote en 1835. Primero asumió un cargo parroquial, pero su deseo más grande era ser misionero. Una vez que fue dispensado del encargo recibido, empezó a predicar el Evangelio, primero en las periferias de Cataluña y luego en las Islas Canarias.

 En 1849 fundó la Orden de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, hoy conocidos como “claretianos”. También fue fundador de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada (Misioneras Claretianas).

Posteriormente Antonio María fue enviado a Cuba por pedido del Papa, donde llegó a ser arzobispo de Santiago de Cuba. Allí trabajó en el reordenamiento de la vida eclesial -la arquidiócesis había estado sin pastor por más de una década.

De regreso a Europa continuó escribiendo textos relacionados a la fe y la doctrina, así como textos espirituales propicios para la formación de los sacerdotes y religiosos.

En uno de ellos hace explícita su devoción y confianza en nuestra Madre: “Rezadle el Santo Rosario todos los días con devoción y fervor, y veréis como María Santísima será vuestra Madre, vuestra abogada, vuestra medianera, vuestra maestra, vuestro todo después de Jesús".

Murió en Francia  en  1870.

Fue beatificado por Pío XI el 25 de febrero de 1934 y el 7 de mayo de 1950 fue canonizado por Pío XII.

23 de octubre

 

San Lucas 12,13-21

Lo que impresiona de las personas cuando se encierran en sus bienes y no miran a los demás, es su egoísmo. Se ponen en el centro, se miran el ombligo, y los otros no existen. O si existen son para usarlos. Así no solo cosifican los bienes sino también a las personas. Son personajes de terror. El egoísmo lleva a la soledad. Nadie está tan solo como un hombre ahogado por sus bienes. Su voz tiene el sonido de los billetes, porque solo habla de plata y de números. El que hace un dios del dinero siempre habla de su dios. El único lazo estrecho es con sus bienes materiales. Y así queda prisionero, atrapado por los bienes. Más que poseer bienes, termina poseído por sus bienes.

Los bienes, en lugar de ser vehículos de comunicación, de relación con los otros, para él son cosas para acumular y conservar. En este caso en vez de ser los bienes un medio, se convierten en un fin.

Así en vez de ayudarnos nos destruyen, y uno queda encarcelado. Termina detrás de los barrotes de una prisión, encerrado y sin libertad. El don más hermoso que Dios nos regala es la libertad.

 Que no tienen los animales. Solo las personas tenemos libertad, pero muchas veces nos queda grande y no la sabemos usar. Creados para la libertad caemos en el libertinaje. Creados para el amor caemos en el odio. Creados para servir a los demás terminamos sirviéndonos de los demás. Creados para usar los bienes son los bienes quienes nos usan a nosotros.

Jesús a este tipo de hombres los llama necios. Cuando le dice que esta noche vas a morir, ya estaba muerto desde hacía mucho. Porque personas así son muertas en vida. La ambición las va matando. Encerradas en su ambición de poseer no ven a los demás. Piensan que el dinero les dará felicidad y vida. Y terminan cosechando desdicha y muerte. Ven su propio yo, y no ven un “tú”. Están llenos de bienes y dinero, pero están vacíos por dentro y hasta con angustia existencial. Además, al morir dejamos todo. El papa Francisco dijo que nunca vio un cortejo fúnebre y detrás el camión de mudanzas llevando sus cosas. Las cosas como las personas tienen un límite, nada ni nadie son eternos, y siempre nos dejarán insatisfechos.

…Para poseer un bien, no hay que establecer una relación posesiva, sino de libertad. Solamente teniendo las manos vacías y libres, se pueden poseer las cosas y disfrutarlas sanamente. El egoísta acumula para sí, el generoso comparte con los demás. ¿Dónde nos ubicamos en la vida?

 

21 de octubre

 

San Lucas 12, 8-12

El Evangelio del Señor nos invita a reconocerlo a Él delante de los demás y no de cualquier manera, reconocerlo abiertamente delante de los hombres, Él nos asegura que si nosotros lo hacemos, también Él nos va a reconocer delante de los ángeles de Dios, en otro texto parece que Él nos va a reconocer delante del Padre Celestial y también nos dice que pasa en el caso que no lo reconozcamos delante de los hombres, no vamos a ser reconocido delante de los ángeles de Dios.

En alguna parte del Evangelio Jesús dice – "Aléjense jamás los conocí “. Pero Maestro si hemos comido y bebido contigo, hemos enseñado en tu nombre en las plazas."

Es fundamental esto que el Señor hoy nos pide, reconocerlo delante de los demás.

Es lo que en estos años pasados la Iglesia en Latinoamérica nos invita a realizar cuando nos dice que debemos ser además de discípulos del Señor,  aprender de Él,  de estar a sus pies como María, también ser misioneros, testimoniar aquello que hemos visto y oído, "no podemos callar lo que hemos visto y oído", no puede quedar encerrado; una lámpara no se la enciende para que quede debajo de una cama, debajo de un cajón sino que es puesta en lo alto para que ilumine a todos los que están en la casa.

De esta misma manera nuestra fe debe ser una luz que brille delante de los hombres para que ellos viendo nuestras buenas obras den gloria al Padre que esta en el Cielo; por eso la invitación de esta Palabra en este día es a que no seamos cristianos con miedo al que van a decir, que van a pensar y esto no es una invitación a ser imprudente, pero el gran riesgo que tenemos los cristianos de este tiempo es de que nuestra fe quede en la sacristía, cosa que muchos desean que así sea.

Nuestra fe debe ser testimoniada con claridad y firmeza, con respeto siempre de los demás pero nunca yendo a la violencia, nunca yendo a los malos modos, pero con mucha claridad y gran transparencia de que nosotros creemos en Jesús y eso implica un modo de ver la realidad, un modo de pensar y un modo de actuar muy concreto. Que en este día podamos vivir intensamente nuestra fe testimoniándola siendo misioneros en el ambiente donde el Señor nos ha puesto.